(Proyecto de relato... "diferente")
Otra vez volvía a suceder... Sentía que mi ser, una parte de mí, se elevaba lentamente. Yo me oponía firmemente por un temor irracional al que mi mente se aferraba, pero esa fuerza que salía de lo más profundo de mis entrañas seguía venciendo mi resistencia poco a poco.
Un zumbido ininterrumpido inundaba mis oídos, y mi cabeza se inclinaba hacia arriba como si mi mente no quisiera separarse de mi. Con los brazos arqueados hacía atrás notaba una gran sensación de ingravidez y un hormigueo que recorría mi ser. Mientras, mi cuerpo entumecido perdía la esencia, la energía que le permite el movimiento… la vida.
Entonces abrí los ojos. Allí estaba, sentada en la cama, desorientada. -¿Habrá sido un sueño?- pensé. Miré a un lado y a otro, la habitación parecía diferente, pero todo seguía en su sitio: el escritorio bajo la ventana abierta y la luna, casi llena, que bañaba la estancia con una luz extraña. El ordenador seguía descargando series y música, tal como lo había dejado al acostarme. Esa noche a mi trasto le tocaba trabajar. La ropa del día anterior, tirada en el suelo, esperaba que alguien se apiadara de ella. –Si mamá lo viera se enfadaría como siempre- aseguré.
Entonces giré la cabeza hacia el otro lado donde pude ver con horror lo que estaba sucediendo gracias a mi armario de grandes espejos. El reflejo de mi cuerpo no era nada natural. De cintura para abajo mi postura era la habitual bajo las sábanas en posición de descanso. El problema era el tronco: permanecía sentada mirando desconcertada y con los ojos como platos hacia el espejo, al mismo tiempo que seguía tumbada durmiendo como si nada, con los brazos estirados a los largo del cuerpo, los ojos cerrados y el pelo revuelto. Era como si mi cuerpo se hubiera desdoblado en dos.
-Es imposible, debo de estar soñando- susurré
Miré mis brazos, incrédula, parecían transparentes, como si no fuera realmente cierto que yo estuviera allí sentada. Junté las manos entrelazando los dedos, algo tan simple y que, sin embargo, no conseguí realizar, mis manos traspasaron una materia inexistente, como en una película en tres dimensiones, como en un espejismo.
Ante el miedo que me paralizaba decidí volver a estirarme sobre mí misma en un intento de regresar a la realidad, o a un sueño del que seguramente despertaría de un momento a otro. Sentí como mi cuerpo se fundía centímetro a centímetro con aquella quimera imposible, y en el momento que la cabeza tocaba de nuevo la almohada aquel zumbido volvió a mis oídos. Mi mente se quedó en blanco y de repente, con un gran sobresalto, abrí los ojos, aterrorizada.
-¿Qué me ha pasado?- exclamé en el silencio de la noche.
Me senté sobre la cama tal como me había visto reflejada hace un instante, y miré a mi alrededor: el ordenador había terminado la descarga. Parpadeaba avisándome, lo cual me extrañó. Recordaba que en mi pesadilla esa descarga estaba en proceso. Mi subconsciente debía de haberme jugado una mala pasada.
Ahora tenía que enfrentarme a lo que vería en el espejo… Fui volviendo la cabeza, despacio y con el corazón en un puño, hasta encontrar mi mirada en el reflejo.
-Nada, todo ha sido un mal sueño- pensé aliviada.
Estaba sentada encima de la cama, con los ojos desorbitados y la boca abierta en una mueca. Me levanté para apagar el ordenador. Las dos y media.
-Todavía queda mucha noche por delante – me dije
Recogí mi ropa del suelo y la metí en el cesto de la ropa sucia.
-Ésto también estaba en mi pesadilla – recordé antes de volver a la cama, agotada y desorientada.
Por más que lo intenté no conseguí conciliar el sueño de nuevo. Había vuelto a suceder, pero esta vez había sido distinto, había ido más allá. Lo había visto reflejado en el espejo.
Vuelta tras vuelta, ahora hacia la ventana, ahora hacia el armario, no podía dejar de pensar en lo que me había sucedido. Era tan real que me daba miedo dormirme por si volvía a pasar, por si volvía a sentir esa fuerza interior que tiraba de mí, como tantas otras veces...