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martes, 12 de febrero de 2013

Iratxe


Acabo de llegar de Barcelona. He tenido  revisión “a fondo”, nada nuevo, nada que no supiera, nada que no esperara.  O sea, que eso de nada mejor expresarlo con un “más de lo mismo”. La vida sigue igual, que ya lo cantaba hace años Julio Iglesias.

La que sigue igual, y eso que hace tiempo que no la veía, es Iratxe, mi maltratadora oficial en sesiones de recuperación, la navarrica extrovertida, culo de mal sentar, que cuando la llaman desde Barcelona para “lo que sea” (siempre que supere un mínimo de treinta días de trabajo), le falta tiempo para hacer la bolsa de viaje y emprender el camino.

Me la he encontrado, perdón, nos hemos encontrado en radiología después de haberme hecho unas radios, justamente cuando yo pasaba por el vestíbulo  de fisioterapia y ella se disponía a entrar a una de las salas de tortura. Ni ella ni yo hubiéramos imaginado volver a vernos. Nos hemos intercambiado  las palabras justas para quedar, comer juntas  y… “después nos contamos ¿vale?” .

La comida excelente, en Gorría, restaurante navarro “ para no ser menos –dijo Iratxe-” , alubias de Tolosa, cordero del Roncal, geniales, vino rosado de Olite… café y pacharán. Hemos hablado  hasta por los codos y reido, al menos yo, como hacía tiempo que no lo hacía, y es que la energía que tiene en sus manos como profesional estoy segura que le sale de muy adentro y encima se contagia.

Confiesa  que estuvo “medio liada” con un anestesista que al final le resultó soporífero (nunca mejor dicho) al que  dejó, y en la actualidad estaba iniciando una nueva etapa con  una compañera de profesión de Bilbao con la que coincidió en unas jornadas de especialización. No me he sorprendido cuando ha dicho “en esta vida se tiene que probar de todo” , a la vista de lo cual y en tan confidencial ambiente no he tenido  problema en reconocerle mis “preferencias”.

Mis palabras le han dado  pié para dar paso a una serie de preguntas por su parte llenas de dudas, expectativas, forma de afrontar su relación… -¡ni que yo fuera una enciclopedia!-, aunque reconozco que algo más de experiencias  que ella sí que he tenido, buenas y no tan buenas, y al final mi humilde consejo no ha podido ser otro que cogiera “el toro por los cuernos” y se lanzara a la piscina a la vista de la vehemencia con la que me exaltaba las virtudes  de su chica y el brillo de sus ojos, que no eran fruto del vino y del pacharán. Que sé de qué va.

Le he dado mi correo por si necesitara alguna cosa y que me explique como le va (curiosidad femenina). La he dejado en el hospital y antes de despedirnos me ha pedido un beso…

Reconozco que se lo he dado muy a gusto, hacía tiempo que no daba, ni me daban, uno así  y a nadie le amarga un dulce.